domingo, 16 de febrero de 2014

Jorge Dimitrov: fragmento de un discurso en Sofia (1946)

Liliana dicheva - «Georgi Dimitrov entre la
juventud trabajadora»
«(...) En el partido debe regir igualmente una disciplina consciente y voluntaria, pero de hierro; disciplina que se basa y deberá basarse sobre nuestra unidad de pensamiento, sobre nuestras tareas y objetivos comunes, y sobre nuestra ciencia marxista, que nos conduce hacia el triunfo. Tal unanimidad y disciplina son esenciales para que nuestro partido pueda cumplir su misión histórica. De ello se deduce que no se pueden colocar los intereses y deseos personales por encima de las tareas y fines del partido. Lo personal en nosotros, miembros del partido, independientemente del puesto que ocupemos, debe estar supeditado a los intereses del partido, a los intereses de nuestro pueblo.  De ello se deduce, que en nuestras organizaciones de partido, y en este Pleno, no puede haber lugar para grupos distintos, para fracciones y, en general, para nidos hostiles al partido. Allí donde éstos se manifiesten deben ser extirpados implacablemente y, si fuera necesario, el bisturí del partido debe entrar en acción. No puede existir ninguna clase de complacencias ni liberalismos para con aquellos elementos del partido que pretenden desorganizar y desmoralizar sus filas, que se convierten en conductores de influencias extrañas y perjudiciales. (...)»

(Georgi Dimitrov, Discurso en la conferencia regional del Partido Obrero (de los comunistas) de Sofia, 1946)

1 comentario:

NG dijo...

He ahí la política leninista de Dimitrov, y compárese con la blandenguería de Mao Zedong en su partido socialdemocrata:

«Aquí lo que más cuenta es el hecho de que ellos no son unos cuantos individuos aislados, sino que representan a una parte considerable de la pequeña burguesía. (...) ¿A qué sector de la pequeña burguesía representan principalmente? A aquel sector de gente de la ciudad y del campo que posee bastantes medios de producción. (...) En el VII Congreso, logramos persuadir a ciertos camaradas para que votaran por Wang Ming y Li Li-san. Y, ¿qué hemos perdido con ello en los últimos once años transcurridos desde el VII Congreso? Absolutamente nada. (...) la elección de ellos ¿no creará en el Partido la impresión de que más vale estar en lo erróneo que en lo correcto y que más vale cometer errores grandes que pequeños? La elección para el CC de Wang Ming y Li Li-san, que cometieron errores de línea, presupone la necesidad de que dos de los camaradas que han actuado correctamente o que sólo han cometido leves errores les cedan el puesto, para que ellos puedan subir a la palestra. ¿Puede haber arreglo más injusto en el mundo? Es muy injusto si lo juzgamos de esta manera: Miren, gente que ha actuado en forma correcta o que no ha cometido más que errores leves, tiene que ceder el puesto a individuos que han cometido errores graves. Esto, a todas luces, es injusto; en ello no hay justicia alguna. Si hacemos la comparación con ese criterio, tendremos que reconocer que más vale estar equivocado que estar en lo cierto y más vale cometer errores grandes que pequeños. Pero, enfocada con otra óptica, la cosa no será así. Ellos son famosos en el país y en el mundo entero por los errores de línea que cometieron. La razón por la cual los elegimos estriba precisamente en que ellos son famosos. ¡Qué otro remedio hay si gozan de fama y la fama de los que no han cometido errores o sólo han cometido pequeños errores no puede compararse con la suya! En nuestro país, que tiene una gran masa de pequeñoburgueses, ellos son sus banderas. Con su elección, mucha gente comentará: El Partido Comunista todavía los espera e incluso les ha cedido dos asientos a fin de facilitarles la corrección de sus errores. Que se corrijan o no es otra cuestión, y de muy poca importancia, pues es algo que atañe solamente a ellos dos. El problema está en que en nuestra sociedad hay un número muy grande de pequeñoburgueses, en nuestro Partido hay muchos elementos pequeñoburgueses vacilantes y entre los intelectuales hay una multitud de elementos vacilantes, y todos ellos ponen sus ojos en estos modelos. Cuando vean que estas dos banderas siguen en pie, se sentirán a gusto, dormirán tranquilos y estarán contentos. Pero caerán en el pánico si estas dos banderas son arriadas. Por tanto, no se trata de que Wang Ming y Li Li-san se enmienden o no. Esto es de poca importancia. Lo que sí tiene gran importancia es que, dentro del Partido, millones de militantes de origen pequeñoburgués, que son propensos a vacilar, sobre todo los intelectuales, están observando qué actitud adoptamos hacia Wang Ming y Li Li-san». (Mao, Fortalecer la unidad del partido, continuar sus tradiciones, 1956)

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