lunes, 7 de abril de 2014

Bajo el cielo de España: Capítulo V (6ª Parte). Sobre la participación rumana en las Brigadas Internacionales

Continuamos con la siguiente entrega del Capítulo V de nuestra traducción del libro del comunista rumano,  miembro de las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil Española, en el que se cuentan los momentos finales de la Batalla de Guadalajara, en 1937

Se puede acceder a las partes anteriores en los siguientes enlaces:


  
COLECTIVO VALAKIA ROJA (VKR)


***

Como consecuencia de la victoria obtenida sobre las tropas fascistas, el mando republicano decidió iniciar una contraofensiva general contra las cuatro divisiones italianas que había en la meseta de la Alcarria, donde se estaba desarrollando aquella batalla histórica. En honor del aniversario de la Comuna de París, de cuya proclamación se cumplían 66 años, el día de la contraofensiva republicana quedó fijado para el 18 de marzo.

La tarea encomendada al batallón rumano de artillería en aquella contraofensiva era múltiple. Debía apoyar directamente tanto a las unidades de Líster, que iban a avanzar a lo largo de la carretera principal, como a los batallones de la XI brigada internacional que, a su vez, debían apoyar desde el flanco, por medio de un vigoroso ataque, el avance de las tropas españolas para, inmediatamente después, avanzar ellos mismos en paralelo a la carretera. Tras un poderoso bombardeo de la aviación (80 aviones) y el fuego intenso que abrió toda la artillería, las tropas republicanas, acompañadas de un número considerable de tanques, desencadenaron un ataque impetuoso contra las líneas fascistas, que consiguieron romper. Empezó un avance tempestuoso en persecución de los fascistas, que se retiraban en desorden.
Soldados republicanos celebrando la victoria contra los fascistas
en Guadalajara

En un punto, sin embargo, los fascistas italianos resistieron enconadamente: en Casa del Cobo. La localidad fue atacada con energía por el batallón “Comuna de París”, pero sin resultado. El grupo rumano recibió la orden de concentrar todo su poder de fuego sobre este villorrio en apoyo del batallón francés. A extraordinaria velocidad, las baterías del batallón rumano de artillería se concentraron en la carretera, a medio camino más o menos entre Torija y Brihuega, por detrás del batallón español “Apoyo”, del francés “Comuna de París” y del “Edgar André”. El bombardeo se dirigía desde el campanario de la iglesia del pueblo de Trijueque, desde donde se veían perfectamente las posiciones fascistas en Casa del Cobo.

Me encaminé del estado mayor de la brigada al punto de observación del batallón y allí me encontré con un oficial que dirigía el fuego de otra unidad internacional de artillería. Era el capitán yugoslavo Koča Popovic[1]. Establecimos de inmediato un plan de colaboración, por si fuera necesario.

Entre tanto, los fascistas, que se dieron cuenta del lugar en que se encontraba el punto de observación y mando de la artillería republicana, concentraron su fuego sobre el campanario de Trijueque. No obstante, los oficiales del batallón rumano, a pesar del tiro intenso del enemigo, no se movieron de sus puestos, dirigiendo sin interrupción el fuego del grupo sobre la localidad de Casa del Cobo.

En el transcurso de las operaciones, en más de una ocasión coordinamos los fuegos de ambas unidades de artillería, en perfecta y fructífera colaboración con el capitán Koča Popovic.

Las tropas republicanas atacaron con energía. El pánico se apoderó del frente fascista. Al sentirse aislados en Casa del Cobo e incapaces de resistir el fuego terrible de la artillería republicana, los fascistas comenzaron a abandonar la localidad. El batallón “Comuna de París” pasó al ataque a la bayoneta, cortando la retirada a los fascistas italianos y haciéndolos prisioneros.

También en esta acción destacó la contribución del batallón rumano de artillería. En un número de la revista Reconquista, órgano de la 35ª división internacional, dedicado a las Brigadas Internacionales, se podía leer en relación con dicha contribución que “nuestro grupo –se trataba del grupo rumano-[2] hizo posible que el batallón “Comuna de París” tomara Casa del Cobo”[3].

Con esta acción terminó para los voluntarios rumanos, franceses y de otras 12 nacionalidades que luchaban en el seno del grupo rumano de artillería, su participación en la histórica batalla de Guadalajara.

Como recompensa por la bravura y abnegación de que dio muestras en combate, al batallón rumano de artillería se le entregó, por orden del día firmada por el comandante del frente, una parte de los cañones italianos capturados (de 65 mm.), así como gran número de proyectiles. Al mismo tiempo, nuestros artilleros recibieron también algunas tanquetas italianas, lo que hizo que creciera considerablemente el grado de mecanización del grupo.

En el artículo “Sobre la historia del regimiento rumano de artillería”, aparecido en la revista “La Reconquista”, que ya he citado más arriba, la participación de los artilleros rumanos en la batalla de Guadalajara se reproduce en los siguientes términos:

“(…) Al poco de ésta –es decir, tras la batalla del Jarama-[4], cuatro divisiones italianas, equipadas y motorizadas siguiendo los requerimientos técnicos más modernos y con catorce años de preparación militar, se lanzaron sobre Guadalajara. El 11 de marzo conquistaron Trijueque, en la carretera nacional de Aragón. Doscientos cañones fascistas para hacer frente a nuestras cinco baterías compuestas por piezas anticuadas y desgastadas. A pesar de ello, batieron Trijueque y la carretera nacional de Aragón de tal modo que los italianos ni pudieron levantar fortificaciones ni recibir refuerzos. El día 13, la bandera republicana ondeaba de nuevo sobre la localidad. Bajo un fuego intenso de artillería, con lluvia y viento, los oficiales del grupo, apoyados por unos cuantos tanques, recuperaron los pertrechos abandonados por los invasores en su huida desordenada, entre los cuales había ocho tractores tipo Fiat 1936. El comandante de la división, con la aprobación del general Rojo, por entonces coronel, repartió este material entre los artilleros del sector, de resultas de lo cual nuestro batallón recibió dos cañones. Los fascistas continuaron huyendo hasta el 20 de marzo. El 18 iniciamos la contraofensiva de Brihuega (…)

Entraron en acción 60 de nuestros tanques, 80 aviones de la “Gloriosa”[5] bombardearon durante 20 minutos las líneas enemigas. Nuestra artillería batía con precisión los puntos de resistencia de los fascistas. El día 19 todas nuestras tropas avanzaban empujando la totalidad del frente a lo largo de la carretera nacional de Aragón. Nuestro grupo hizo posible que el batallón “Comuna de París” tomara Casa del Cobo, último reducto fascista, garantizando de este modo la segunda gran victoria del Ejército Popular.”[6]

En lucha en los frentes de España, el pensamiento de los voluntarios rumanos se volvía hacia la patria, a la lucha que se desarrollaba tanto allí como en el resto del mundo contra las fuerzas de la reacción. En el manifiesto enviado a Rumanía desde el frente de Guadalajara, fechado el 15 de marzo de 1937, los voluntarios del grupo rumano de artillería escribían:

“Nuestra voz se levanta desde España, donde el pueblo lucha con energía y valor contra los generales traidores, contra Hitler y Mussolini que invaden España con el afán de incendiar el mundo entero.

Nosotros, los trabajadores e intelectuales rumanos, demócratas, socialistas, comunistas y sin partido, estamos unidos bajo una sola bandera: bajo la bandera de la justicia y la democracia. Nuestra lucha aquí, en España, no es otra que la lucha del pueblo español por la libertad y la paz.

Estamos orgullosos de levantar junto al pueblo español la bandera de nuestros antepasados Avram Iancu, Horia, Cloșca, Crișan, Tudor Vladimirescu[7] y de todos aquellos que cayeron en el combate contra la opresión social y nacional y por el libre desarrollo de todos los pueblos del mundo (…)

Nuestra lucha aquí, en la avanzada de la democracia mundial, debe completarse con vuestra lucha de todos los días. La consigna de los mineros asturianos ¡Unios, hermanos proletarios! debe ser una brújula también para la clase trabajadora rumana (…)

La victoria del pueblo español será también nuestra victoria.

A todos aquellos que pretenden destruir los más elementales derechos de los hombres, nosotros, los rumanos, les gritamos desde las trincheras de la libertad: ¡No pasarán![8]

NICOLAE TITULESCU FELICITA A LOS VOLUNTARIOS RUMANOS DE LAS BRIGADAS INTERNACIONALES

Un momento interesante y emocionante en la vida de nuestra unidad de artillería se produjo cuando recibimos, en el frente, un telegrama de Nicolae Titulescu en respuesta al que le habíamos enviado los voluntarios rumanos.

Así fue como sucedieron las cosas.

Nicolae Titulescu
Nosotros conocíamos la actividad de Titulescu como diplomático al igual que la posición de nuestro partido respecto a esa actividad.

El Partido Comunista Rumano, que apreciaba la lucidez y el realismo de su pensamiento reflejados en muchas de las acciones diplomáticas que había emprendido, manifestó, en especial en los últimos años de actividad de Titulescu, su conformidad con la orientación que éste se había esforzado en dar a la política exterior de Rumanía, imponiendo con frecuencia su punto de vista frente al resto de miembros de los gabinetes de que formó parte. La prensa legal e ilegal del Partido Comunista Rumano apoyó la posición activa de Titulescu en favor de unas relaciones internacionales basadas en los principios de soberanía e igualdad de los Estados, de seguridad colectiva frente a la política de agresión de los países fascistas que amenazaba la independencia nacional y la integridad territorial de muchos países de Europa, entre ellos Rumanía, en favor de la creación de un clima de buena vecindad en la zona geográfica en que está enclavada Rumanía, a favor del establecimiento de relaciones diplomáticas y de la conclusión de un tratado de asistencia mutua con la URSS. La salida de Titulescu del gobierno fue condenada como un acto contrario a los intereses de nuestro país y a la causa de la paz.

Su separación del cargo de ministro de Exteriores, que había ocupado durante mucho tiempo, no le impidió a Nicolae Titulescu continuar su obra de propagandista de las ideas por las que había luchado como diplomático. Se puede incluso decir que ante el curso que habían tomado los acontecimientos internacionales se aferró aún más a sus propias convicciones y que –a pesar de la amargura que sentía por la situación en que le habían puesto, a pesar de su mal estado de salud y, especialmente, de los distintos intentos de la reacción interna e internacional por comprometerle y destruirle moral e incluso físicamente- continuó manifestándose de manera activa y expresando con mayor energía si cabe sus concepciones sobre el modo de organizar las relaciones internacionales al objeto de salvaguardar la paz.

La guerra de España estaba por entonces en pleno apogeo. Al poco de la rebelión de julio de 1936, por iniciativa de Francia e Inglaterra, se había acordado un convenio internacional sobre la no intervención en la guerra de España cuyo pretexto fue la necesidad de que el conflicto quedara localizado. Rumanía se había adherido al convenio, pero Titulescu había formulado la reserva de que dicha adhesión “constituye un caso particular que no puede crear un precedente y que no implica para el gobierno rumano la obligación de reconocer el principio de que un gobierno legal no pueda obtener, a petición propia, una ayuda de otro gobierno en contra de una rebelión.”

Pero la posición de Titulescu, para quien la víctima de una agresión está legitimada a pedir y obtener ayuda de otros gobiernos, se perfiló de manera más marcada una vez se hubo convencido de la bancarrota de la política de “no intervención”, pisoteada no sólo por los países fascistas sino también por Francia e Inglaterra, sus promotores. En el frente, nos había llegado la noticia según la cual Nicolae Titulescu, entonces ministro de Exteriores, estaba tratando de facilitar que una partida de armamento, inicialmente destinada a Rumanía, se pusiera a disposición del gobierno del Frente Popular.

Es interesante, desde este punto de vista, la siguiente información obtenida de un documento que se encuentra en los archivos del Ministerio del Interior, documento en que se muestran las causas de la separación de Titulescu de la dirección del Ministerio de Exteriores[9]:  

“Antes del 10 de septiembre de 1936 se esperaba la llegada a Rumanía de 100 cañones y 3 escuadrillas de aviones que el gobierno rumano había encargado a diversas fábricas francesas. A principios del mes de septiembre de 1936, visitó aquellas fábricas el Sr. Caranfil, subsecretario de estado, que constató con sorpresa que los cañones y aviones encargados por Rumanía estaban preparados desde hacía tiempo, pero que el Sr. Titulescu, que había estado en persona en dichas fábricas, había dicho que Rumanía no necesitaba aquel armamento y aquellos aviones y que se podían enviar a España, que también había solicitado un material semejante. Aquellos cañones y aviones, como se desprende de los informes elaborados por las agencias de espionaje de Alemania e Inglaterra, habrían sido desembarcados una parte en Barcelona y el resto en Bilbao, y llevados al frente comunista de España. Este hecho, que se añade a los detallados en los puntos nº 1, 2 y 3 de más arriba –que se refieren a la posición de Titulescu en la cuestión de la agresión italiana contra Etiopía y a la Conferencia de Montreux-[10] fue puesto en conocimiento de Su Majestad el Rey Carol II y motivó la destitución del Sr. Nicolae Titulescu del Ministerio de Relaciones Exteriores, sin que se consultara a los otros miembros del gobierno.”

No olvidemos que todo esto sucedió, por las mismas fechas en que, en París, Álvarez del Vayo trató infructuosamente de obtener la anuencia del gobierno Blum para adquirir y enviar a España las armas de que tanta necesidad tenía la República.

Nos habíamos enterado, igualmente, de que Titulescu, después de su separación del gobierno, había manifestado de diversas formas sus simpatías hacia el gobierno legal español, víctima de una intervención extranjera. De gran significación, aunque de un alcance mucho más amplio, nos pareció entonces el discurso que pronunció en abril de 1937 con ocasión de la inauguración del Congreso de la Sociedad Médica de los Países Ribereños del Mar Mediterráneo[11], que presidía.

Al exponer su punto de vista sobre el modo en que se deberían entender los principios que constituían la base del Pacto de la Sociedad de Naciones así como las modificaciones que se requerían para transformarlo en un instrumento eficaz para el mantenimiento de la paz, tenía in mente, con certeza, la situación concreta de España. “Son los hombre y no el pacto –decía- quienes han fracasado… La experiencia nos ha enseñado que las sanciones económicas que no se acompañan de sanciones militares son ineficaces… Si, por lo tanto, desde el punto de vista de la seguridad, en caso de agresión, las potencias legítimamente interesadas de la región concreta se comprometieran a prestar asistencia a la víctima, una concepción más modesta vendría a sustituir a la concepción grandiosa del pacto actual, pero nos encontraríamos sobre un terreno más sólido.

Sanciones económicas universales, sanciones militares regionales y la aplicación simultánea de ambos tipos de sanciones: éstos son los tres factores que transformarían en poco tiempo Ginebra en una realidad política efectiva.”

El eco de estas consideraciones y, en especial, de la posición sobre la ayuda prestada a la víctima de la agresión, fruto de una concepción profundamente humanista, íbamos a volver a encontrarlas en otras circunstancias, de las que me voy a referir a una.

Sabiendo que se encontraba en el sur de Francia, enfermo y decepcionado por la actitud claudicante de un gobierno cobarde, pensamos en ese momento en enviarle una señal de nuestro aprecio. Fue tras la batalla de Guadalajara, a finales de marzo de 1937, batalla en que el ejército republicano había conseguido una brillante victoria sobre las fuerzas militares del fascismo italiano, netamente superiores en número y armamento. La primera unidad rumana constituida por aquellas fechas, el batallón rumano de artillería, encuadrado en la primera brigada internacional (la XI) y que, poco después, iba a transformarse en un regimiento motorizado de artillería, había cumplido con honor las misiones de combate que se le habían encomendado en las acciones militares desarrolladas en el frente de Guadalajara y, en general, en los combates previos por la defensa de Madrid. Era, por lo tanto, una buena ocasión para enviarle un saludo y expresarle nuestra simpatía y admiración. A esa conclusión había llegado unánimemente el grupo de voluntarios del batallón rumano de artillería. El telegrama remitido a finales del mes de marzo rezaba así:

“A su Excelencia el Señor Nicolae Titulescu, antiguo presidente de la Sociedad de Naciones, antiguo ministro de Relaciones Exteriores de Rumanía.

Excelencia,

El grupo rumano de artillería del ejército republicano español, que lucha en suelo extranjero por la causa de la justicia social, de la libertad y la paz mundiales, le envía a Usted, al gran hombre de Estado, su saludo y la expresión de su sincero reconocimiento.

En el espíritu de la paz indivisible y de la seguridad colectiva que Usted representa con tanta firmeza y autoridad, hemos venido nosotros, hijos auténticos del pueblo rumano, a la España del Frente Popular, a defender con las armas en la mano el bien de nuestra patria y el futuro de nuestro pueblo.

La resistencia férrea del joven ejército popular español en el frente del Jarama y el contraataque victorioso de Guadalajara, en que tuvimos el honor de participar también nosotros, han sido dos victorias en pos de la seguridad de nuestro país y de la independencia nacional rumana.

Los esfuerzos de Usted y la sangre rumana derramada en tierra española por el mantenimiento de la paz mundial deben convertirse en garantía de victoria para el pueblo rumano en su lucha por la libertad y la paz.

Comandante Valter Roman”.

Poco después de esto, a mediados de abril, recibimos como respuesta el siguiente telegrama, en el que se aprecian las resonancias de unos acentos presentes ya en el discurso citado más arriba:

“Al Señor Valter Roman, comandante de artillería de la XI brigada internacional.

Mis sinceros agradecimientos por su atención llena afecto. Cuando no se respetan los Pactos y los hombres de Estado fracasan, me produce enorme placer poder felicitar a soldados rumanos que, imbuidos del espíritu de equidad y justicia, hacen renacer, lejos de la patria, las virtudes de nuestros ancestros.

N. Titulescu”.

***

Deseo relatar, a continuación, aunque no tenga relación directa con la guerra de España, un episodio referido igualmente a Titulescu. La relación sería tan sólo la posición de Titulescu sobre la España republicana.

En marzo de 1941, Titulescu dejó de vivir, aislado y decepcionado, lejos de la patria, en una Francia invadida por los nazis. No obstante, todos los esfuerzos de los círculos reaccionarios por destruirlo como hombre político no consiguieron reducirlo al anonimato, y el tiempo, el más imparcial juez de las notabilidades, no lo ha envuelto en el manto del olvido. A los tres años de la muerte de Titulescu, oí por boca de un hombre cuya actividad confería a sus palabras un peso extraordinario, un brillante elogio del desaparecido: Maxim Litvinov, pues de él se trataba, que era por aquel tiempo vicecomisario del pueblo para Asuntos Exteriores de la URSS. La conversación en el curso de la cual expresó sus opiniones sobre el antiguo diplomático rumano, y que voy a contar a continuación, tuvo lugar a principios del mes de agosto de 1944. Era una charla no protocolaria en que se abordaron diferentes aspectos de la ofensiva soviética en pleno desarrollo en esos momentos, la futura configuración de Europa, las perspectivas de desarrollo de los acontecimientos en distintos países, el problema de Transilvania. En un momento dado Litvinov se interesó por la situación en Rumanía. Así salió el tema de Titulescu.

“Fue un gran diplomático –comenzó diciendo Litivinov- uno de los más ilustres del periodo de entreguerras.”

Ya fuera porque el ministro soviético viera en mi rostro un cierto asombro ante opinión tan categórica y elogiosa, ya porque le rondara otra idea la cabeza, lo cierto es que a día de hoy sigo sin saberlo. El hecho es que empezó a explicar metódica y minuciosamente en qué se basaba su parecer.

En esencia estimaba que:

- Titulescu, diplomático dotado de una gran perspicacia política, tenía muy claros los medios y vías con que podía asegurarse la seguridad colectiva europea, la integridad y la soberanía de los Estados pequeños.  

- Había sido de los pocos diplomáticos que se había dado cuenta, en las condiciones que existían cuando Hitler llegó al poder en Alemania, que sólo por medio de medidas colectivas de todos los Estados europeos, basadas en un entendimiento entre la Unión Soviética, Francia e Inglaterra, se habría podido cortar el paso a la guerra.

- Titulescu no sólo fue un publicista sino también un hombre de acción que luchó con pasión en defensa de sus ideas.

“En lo que a mí respecta –decía Litvinov- no puedo olvidar el hecho de que en toda una serie de cuestiones ante las que los representantes de los países occidentales no se mostraron receptivos, encontré en la persona de Titulescu un activo sostenedor. Así sucedió en la Sociedad de Naciones, así sucedió con ocasión de las discusiones que tuvieron lugar sobre el problema de la definición de agresor, así fue en Montreux, con el problema del estatuto de los estrechos. Conozco también la posición justa que mantuvo Titulescu ante la cuestión de la “no intervención” en la guerra de España.

En lo que hace a las relaciones entre Rumanía y la URSS, Titulescu entendió la necesidad de mantener unas relaciones normales no sólo desde el punto de vista diplomático, que es el único que podía conducir a la solución de todas las cuestiones litigiosas en provecho de los intereses nacionales de ambos países. Abogó con toda seriedad –estoy convencido de ello- por un pacto de asistencia mutua entre nuestros dos países.”

Litvinov añadió más tarde: “Estamos trabajando en un diccionario diplomático en la URSS y puedo asegurarle que la valoración sobre Titulescu será positiva.”

Recordé estas palabras al leer, tras la publicación del diccionario diplomático soviético, el artículo consagrado a nuestro diplomático, escrito en el sentido de las opiniones que había oído.


[1] Koča Popovic fue durante años Ministro de Asuntos Exteriores de Yugoslavia tras la victoria de la revolución socialista en aquel país. [N. del A.]
[2] La explicación entre guiones es del autor, no del artículo que cita. [N. de los t.]
[3] Retraducción a partir del rumano. [N. de los t.]
[4] La explicación entre guiones es del autor, no del artículo que cita. [N. de los t.]

[5] Aviación republicana. [N del A.]
[6] Retraducción a partir del rumano. [N. de los t.]
[7] Horia, Cloșca y Crișan son los sobrenombres de tres campesinos valacos que dirigieron la gran rebelión campesina de 1784 contra la nobleza húngara de Transilvania. Tudor Vladimirescu (1780-1821) fue el héroe de la revolución valaca de 1821, enfrentada al poder fanariota otomano y a los boyardos rumanos locales. Avram Iancu (1824-1872) fue uno de los revolucionarios más destacados del 48 rumano. [N. de los t.]
[8] En rumano en el original: “Pe aicea nu se trece”. [N. de los t.]
[9] Archivo del Ministerio del Interior, Boletines Informativos, octubre de 1936, vol. III, nota nº 2988 de 9 de octubre de 1936. [N. del A.]
[10] La explicación entre guiones es del autor, no del informe que cita. [N. de los t.]
[11] No hemos encontrado la denominación exacta de dicho Congreso, con lo que nuestra traducción podría diferir de la que en realidad se le dio en español en su momento. [N. de los t.]

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