martes, 14 de abril de 2015

Los amigos de Hitler

Reproducimos, como homenaje al recientemente fallecido escritor uruguayo,  un ilustrativo texto deEduardo Galeano, extraído de su libro Espejos: una historia casi universal. Galeano, con su contundencia de siempre, denuncia la connivencia y complicidad de fascismo y capitalismo, de las corporaciones multinacionales, la iglesia católica y otras sectas, y la banca suiza, con el genocidio nacionalsocialista y de sus adláteres sanguinarios de Italia, España, Rumanía, Hungria, Japón o Croacia (y en realidad, de todo el mundo capitalista de hoy día, que sigue llevando en su esencia la barbarie del fascismo, que no es más que una de sus múltiples caras criminales).

En realidad, y esto es importante para entender el mundo actual, las multinacionales que tanto interés tenían en el triunfo del fascismo y que tanto dinero ganaron con sus guerras, holocaustos y terrorismo, siguen sin pagar sus crímenes de entonces y financiando y sosteniendo a los que siguen cometiéndolos hoy día.

Como homenaje al recién fallecido escritor uruguayo, os dejamos con su clarificadora denuncia de la unidad inseperable entre capitalismo, democracia burguesa y fascismo, tres etiquetas para definir los crímenes contra la humanidad:

«Los amigos de Adolf Hitler tienen mala memoria, pero la aventura nazi no hubiera sido posible sin la ayuda que de ellos recibió.

Como sus colegas Mussolini y Franco, Hitler contó con el temprano beneplácito de la Iglesia Católica.

Hugo Boss vistió su ejército.

Bertelsmann publicó las obras que instruyeron a sus oficiales.

Sus aviones volaban gracias al combustible de la Standard Oil [hoy Exxon y Chevron] sus soldados viajaban en camiones y jeeps marca Ford.

Henry Ford, autor de esos vehículos y del libro El judío internacional, fue su musa inspiradora. Hitler se lo agradeció condecorándolo.

También condecoró al presidente de la IBM, la empresa que hizo posible la identificación de los judíos.

La Rockefeller Foundation financió investigaciones raciales y racistas de la medicina nazi.
Joe Kennedy, padre del presidente, era embajador de los Estados Unidos en Londres, pero más parecía embajador de Alemania. Y Prescott Bush, padre y abuelo de presidentes, fue colaborador de Fritz Thyssen, quien puso su fortuna al servicio de Hitler.

El Deutsche Bank financió la construcción del campo de concentración de Auschwitz.

El consorcio IGFarben, el gigante de la industria química alemana, que después pasó a llamarse Bayer, Basf o Hoechst, usaba como conejillos de Indias a los prisioneros de los campos, y además los usaba de mano de obra. Estos obreros esclavos producían de todo, incluyendo el gas que iba a matarlos.

Los prisioneros trabajaban también para otras empresas, como Krupp, Thyssen, Siemens,Varta, Bosch, Daimler Benz, Volkswagen y BMW, que eran la base económica de los delirios nazis.
Los bancos suizos ganaron dinerales comprando a Hitler el oro de sus víctimas: sus alhajas y sus dientes. El oro entraba en Suiza con asombrosa facilidad, mientras la frontera estaba cerrada a cal y canto para los fugitivos de carne y hueso.

Coca-Cola inventó la Fanta para el mercado alemán en plena guerra. En ese período, también Unilever, Westinghouse y General Electric multiplicaron allí sus inversiones y sus ganancias. 

Cuando la guerra terminó, la empresa ITT recibió una millonaria indemnización porque los bombardeos aliados habían dañado sus fábricas en Alemania

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