lunes, 8 de septiembre de 2014

Bajo el cielo de España: Capítulo VII. Historia de los brigadistas rumanos en la Guerra Civil Española

Continuamos con la traducción del libro de Valter Roman, miembro del grupo de rumanos que combatieron en España en las Brigadas Internacionales contra el fascismo, en el que se describe la participación de los comunistas de Rumania en la Guerra Civil española (1936-39). 

Se puede acceder a las partes anteriores en los siguientes enlaces:


CAPÍTULO VII: LA OFENSIVA REPUBLICANA DE TERUEL


EL TRÁGICO FINAL DEL DOCTOR ANDREI TILEA

Hacia el final del mes de octubre de 1937 las tropas de Franco consiguieron derrotar a la resistencia republicana del Vasconia y Asturias[1] y tomar todo su territorio del norte.

En la página 17 del libro La batalla de Teruel, de Tuñón de Lara,
se ilustra con una fotografía de Miguel Hernández
En Asturias luchó y murió heroicamente el doctor rumano Andrei Tilea . Tras la caída de Irún, (septiembre de 1936), Tilea, aún en vez de acompañar a los evacuados permaneció en los bosques asturianos entre los partisanos, a los que daba asistencia médica y junto a los que luchaba codo con codo. El comunista rumano, que sufría de unas insaciables ganas de aprender, y que para mantenerse durante sus estudios de medicina había trabajado como camarero en un restaurante del barrio estudiantil de París, era féliz de poner sus conocimientos al servicio de sus camaradas.

En el verano de 1937, durante un choque con los fascistas, Tilea fue apresado y, más tarde, condenado a muerte. Desde la cárcel envió al Partido Comunista de Rumanía una carta en la que decia: “mañana voy a ser ejecutado. Voy hacia la muerte con la frente alta, con conciencia plena de haber cumplido mis obligaciones como comunista y con el convencimiento firme en la victoria de nuestra causa”.

Las balas de un pelotón de fusilamiento acabarón brutalmente, con solo 26 años, con aquella vida entregada al bien de la mayoría.  El lugar de su tumba, como las de los otros heroes caídos en España, nadie lo conoce. Sin embargo, en aquellos corazones que ven cumplidos hoy los ideales por los que Andrei Tilea luchó y murió, su recuerdo se mantendrá imborrable.

“HEMOS COGIDO AL TORO POR LOS CUERNOS”

La derrota de los republicanos en el norte agravaba la situación del resto de las zonas del gobierno. El grueso de las tropas franquistas bloqueadas hasta aquel momento en el norte pasaron a estar disponibles, y podían ser lanzadas contra cualquier punto del frente. El pensamiento de tomar Madrid seguía obsesionando a Franco, aunque la verdad era que la capital de la España republicana resistía heroicamente, echando por tierra todas los pronósticos de la reacción.

Entonces Franco, aprovechando la situación ventajosa en que se encontraba, tenía la intención de retomar con mayor amplitud el plan italiano de conquista de la capital, que se había saldado para los rebeldes con el lamentable fracaso de la batalla de Guadalajara en marzo de 1937.  Cuatro cuerpos de ejército estaban preparados para iniciar la ofensiva.

El mando franquista empezó a preparar igualmente nuevas operaciones en el frente del este (Aragón), con el objetivo de abrir una salida al litoral mediterráneo, de cortar el territorio republicano en dos y de conquistar Cataluña (su  más desarrollada y rica región).

El mando republicano no permaneció, por supuesto, indiferente ante las intenciones franquistas. La situación requería serias medidas de seguridad. Así fue como surgió la idea de la ofensiva contra la ciudad de Teruel.  A mediados de diciembre, los republicanos, tomando la iniciativa, atacaron por sorpresa la ciudad, a 130 kilómetros al nordeste de Valencia. Allí tendrá lugar entre 15 de diciembre de 1917 y 22 de febrero de 1938 una de las más encarnizadas batallas de todo el curso de la guerra. La acción fue realizada sin el permiso y con la oposición del ministro de la guerra de aquel entonces, el socialista de derechas[2], Indalecio Prieto, que desarrollaba una política proclive a la capitulación y de división en la cúpula del ejército y en el gobierno.

La ofensiva fue concebida por el mando republicano como una operación en la cual participaran solamente tropas españolas. Sin embargo, no disponiéndose de demasiadas fuerzas de artillería, se decidió utilizar como apoyo al regimiento rumano de artillería –única unidad internacional que participó en la primera fase de la batalla de Teruel.

La ofensiva republicana iniciada el 15 de diciembre se desarrolló con rapidez. La división 11 se abrió camino entre los montes Las Petrizas y Muletón, ocupó  Concud y llegó a Caude. La división 25 atacó y ocupó San Blás y Los Morrones.

El 18 cuerpo de ejército republicano había roto el frente fascista entre Campillo y Bezas y se encontró el 19 de diciembre con las tropas de Los Morrones. Otras unidades tomaron Vilastar, Castralvo y Castellar.

Los combates se desarrollan en condiciones insufribles. Las heladas eran constantes. Por las noches los termómetros bajaban de los 17 grados bajo cero. La tierra estaba totalmente congelada: era imposible cavar trincheras. Las bajas provocadas por el hielo fueron casi tan elevadas como las causadas por las operaciones militares. En ocasiones, la nieve abundante hacía impracticables las carreteras y cortaba la comunicación entre la vanguardia y la retaguardia.

En aquel momento, las fuerzas republicanas se preparaban para atacar Teruel. La localidad estaba rodeada por tres partes La guarnición fascista del interior se había fortificado en los grandiosos edificios del Banco de España, el Alto Mando Militar y del seminario y resistía desesperadamente. La artillería republicana, y en especial el regimiento rumano, tenían como principal objetivo de su fuego los puntos fortificados. Finalmente, Teruel fue ocupado y la guarnición fascista se entregó.

Inmediatamente, los fascistas pusieron en marcha una contraofensiva para reconquistar Teruel. Sin embargo, el segundo cuerpo de ejército fascista no consiguió más que hacerse con Los Morrones.

El primer cuerpo de ejército había atacado cinco veces seguidas Concud. Desde allí hasta los Altos de las Celadas, las posiciones estaban ocupadas por la división 35, (a la cual estaban asignadas la XI y XV brigadas internacionales), bajo el mando del general Walter. A pesar de las dificultades titánicas que había que superar, los luchadores de la XI brigada y la artillería republicana rechazaron aquellos cinco ataques fascistas.

El cuerpo del ejército fascista de Galicia hizo igualmente algunos intentos de ocupar las posiciones republicanas de los Altos de Las Celadas y El Muletón, pero la división 35 los frenó, provocando importantes pérdidas a los franquistas.  Alrededor del día 1 de enero de 1938 el frente se estabilizó.

La ocupación de Teruel por los republicanos representaba una grave pérdida para el ejército fascista. El Alto Mando fascista estaba decidido a hacerse de nuevo con la ciudad a cualquier precio.

─Hemos cogido al león por el rabo, explicó el general Walter caracterizando la situación. ─ Sin embargo, no lo hemos capturado ¡Veréis lo que ocurre cuando vuelva la cabeza! Por supuesto, esto no significa que no debimos iniciar esta operación o que lo obtenido no sea un éxito. Solo creo que deberíamos haber actuado con una mayor decisión, y con fuerzas mayores, para obtener un triunfo más importante.

Militar hábil y de espíritu idealista, él sabía muy bien que los republicanos no disponían de suficientes fuerzas para mantener las posiciones tomadas con tanta dificultad. Sin embargo, sus palabras me asustarón entonces. Me pareció que una victoria obtenida con semejante esfuerzo merecía palabras más optimistas que las de sus afirmaciones, que desgraciadamente se demostraron tremendamente lúcidas. Se lo dije a Walter, y él me respondío.

─Eres muy joven y lleno de entusiasmo. Esto está muy bien. Pero cuando empieces algo es mejor que sepas que es mejor pensar también en como terminarlo.

Yo, no obstante, estaba inclinado a creer que juzgaba la situación demasiado negativamente. Le relaté a Angel las palabras del general Walter y mi opinión al respecto. Él me respondió.

─Moralmente, hemos obtenido una victoria ¿Pero cuánto durará? En nuestra situación, en las condiciones de superioridad en relación al armamento de nuestros enemigos, ¿qué es mejor? ¿Una acción ofensiva o concentrar las fuerzas para resistir? Es difícil de decir. La respuesta puede ser diferente dependiendo del prisma a través del cual veas las cosas. En cuanto a la posición de Walter, ¿qué crees que es preferible? ¿El pesimismo consciente o el optimismo inconsciente?

Ciertamente, los temores del general Walter se confirmaron rápido. El enemigo concentró con empeño importantes fuerzas militares: 130.000 hombres, 100 baterías de artillería, numerosos tanques y 400 aviones italianos y alemanes. El tiempo favorecía las operaciones de aviación y, en general, todo tipo de ataque militar. Sobre las posiciones de la división 35 cayeron miles de bombas y obuses. Los días 18 y 19 de enero los fascistas consiguieron retomar las alturas que rodeaban la ciudad de Teruel. La posición clave, Muletón, defendida valientemente por la XI Brigada, resistiría hasta el 20 de enero. La batería franco-belga del regimiento rumano de artillería, quedó sola, aislada, en posiciones avanzadas, situadas en el pico Muletón. El enemigo, teniendo gran superioridad numérica y estando mejor armado, rodeaba en aquel momento Teruel.

Tras una heroica resistencia, las fuerzas republicanas, cuya situación se agravó debido a una táctica errónea de Prieto[3], tuvo que abandonar la ciudad. Los combates llegaron a su fin el 22 de febrero.

En la batalla de Teruel los fascistas perdieron muchas vidas. Para hacer frente a los republicanos, el mando franquista tuvo que utilizar fuerzas tres veces más numerosas y dotadas de un armamento más eficaz. El alto grado de combatividad de las fuerzas republicanas demostró de nuevo a todo el mundo cual habría sido la suerte de la guerra si el bando rebelde no hubiera tenido tan enorme apoyo desde el exterior. 

En aquella extremadamente dura batalla el ejército republicano destacó también por su coraje. Las unidades de infantería y artillería de la División 35 se distinguieron también. En las filas de esta división, el regimiento rumano de artillería realizó difíciles misiones que cumplió exitosamente.

***

Había pasado más de un mes desde el fin de las batallas de Quinto y Belchite. El regimiento rumano se estaba reorganizando en una pequeña localidad aragonesa. Los artilleros, bajo el mando de su comandante, continúan su instrucción militar. Esta ocupa una buena parte del tiempo, pero deja a los voluntarios un respiro para las actividades culturales. Habían entrado en contacto con la población civil del entorno y se decidieron a preparar en común una representación artística. Los ensayos estaban en su apogeo.

Sin embargo, todos los proyectos fueron interrumpidos en la primera mitad de diciembre. El regimiento tuvo que marchar de nuevo hacia el frente. En un tiempo record todo fue preparado para la partida. El regimiento se dirigió hacia Teruel.

Los vehículos recorrían con dificultad los montañosos caminos, especialmente porque el traslado se realizaba en la oscuridad, con los faros apagados, para evitar los bombardeos de la aviación fascista.  Los conductores Vasile Costiniuc, Ion Sachelarie, Nicolae Aldea, Traian Bujor y otros consiguieron una verdadera maestria en el arte de conducir camiones por aquellos senderos angostos, plagados de baches. No obstante, el transporte de las municiones se realizaba con muchos impedimentos. Existía el peligro de que no llegaran a tiempo al frente. Los soldados que acompañaban al convoy tuvieron una idea atrevida. Se trataba de ganar tiempo montando los detonadores en los obuses durante el trayecto.

Los conductores, tras ser consultados, se declararon de acuerdo con la propuesta. Iban a tener que conducir con redoblada atención, ya que la carga se había hecho muy peligrosa; cualquier sacudida podía ahora provocar una explosión. Sin embargo, los planes fueron cumplidos y la munición fue entregada a tiempo.

Los artilleros habían llegado cerca de la linea del fuego. Los montes estaban totalmente cubiertos de nieve. Una gran parte de las tropas españolas acuarteladas allí procedía de Andalucía, donde el clima es mucho más suave. Los combatientes españoles sufrían tremendamente por la causa del frío; sus uniformes no eran adecuados para la temperatura y muchos estaban calzados con “alpargatas”[4].

Los rumanos tomaron rápidamente la decisión de ceder una parte de sus mantas a los españoles. Ellos se amontonarían en grupos de dos o tres bajo cada frazada. Estaban un poco mejor equipados contra el tiempo gélido y más acostumbrados a las bajas temperaturas.

A la madrugada siguiente ya había corrido la noticia de que habían llegado “los rumanos”[5]. Los españoles se alegraban de saber que iban a ser apoyados por el regimiento rumano de artillería que, debido a su demostrada valentía, había logrado gran fama.

Muy temprano hicimos un rápido reconocimiento de las posiciones, establecimos el puesto de observación y pusimos en funcionamiento las líneas telefónicas. En el horizonte se divisaba el perfil formado por los edificios de la ciudad de Teruel. La localidad estaba en aquellos momentos completamente rodeada por los republicanos. Sin embargo, la infantería no podía entrar en la ciudad. Los fascistas habían transformado algunos edificios monumentales en verdaderas fortalezas. Las ventanas y azoteas eran como nidos de ametralladoras. Los sótanos fueron transformados en depósito de municiones.  Escondidos tras los imponentes muros, algunos cientos de oficiales y un mayor número de soldados disparaban sin pausa, por lo que cualquier intento de penetrar en la ciudad era pagado con muchas vidas.

Muchos civiles que habían conseguido escapar de la ciudad trajeron información sobre las fuerzas fascistas de la localidad y su emplazamiento. Ellos mismos nos contaron las atrocidades perpetradas por los fascistas contra la población civil, acusada de tener sentimientos republicanos.

El mando republicano del frente decidió que para acabar con la resistencia fascista de Teruel era imprescindible sacar a los enemigos de los edificios donde se habían hecho fuertes.  Esta misión fue confiada a la artillería, por lo que tuvieron un papel protagonista las baterías del regimiento rumano.

Tuvo lugar una pequeña reunión del estado mayor del regimiento, y se llegó a la conclusión de que había que aplicar la táctica que ya había sido utilizada con éxito en otras ocasiones: atacar las fortificaciones con fuego directo. Se hicieron los preparativos necesarios, y los cañones, camuflados, fueron acercados más y más al objetivo, reduciéndose al máximo el ángulo de tiro. La infantería había quedado a su espalda. Los puntos de mira fueron ajustados. Se escuchó la orden: ¡fuego!

Los oficiales calcularon el tiro con tanta exactitud que los proyectiles de nuestros cañones acertaron de lleno. Una tras otra, las ametralladoras fascistas ubicadas en las ventanas de los edificios o en sus tejados fueron hechos añicos.

En uno de los edificios apareció una bandera blanca ¡Atención, los fascistas se rendían!  Pero, tras unos minutos de espera… la bandera volvió a esconderse. En aquel edificio los fascistas empezaron a pelearse; unos querían entregarse, otros continuar la lucha… Tenían la intención de llevar a sus posiciones a mujeres y niños para impedir que los republicanos disparasen. Algunos oficiales intentaron escapar por las salidas que había en los edificios, mientras los soldados, “convencidos” por los revólveres de los oficiales, continuaban oponiendo resistencia. No obstante, los fugados fueron descubiertos, por lo que intentaron impedir su huida… De este modo, el intercambio de tiros se prolongó. 

La caballería republicana había entrado ya en la ciudad, tomando cientos de prisioneros. La población acoge con entusiasmo y alegría a sus  libertadores.

La actuación de las baterías del regimiento rumano de artillería volvió a dejar huella. La prensa fascista también tomó nota de lo acontecido y, en el intento de justificar la derrota sufrida, hizo gran escándalo por el hecho de que la ciudad fascista asediada no disponía de artillería, lo que, según ellos, permitió cosas como que una de las baterías de las brigadas internacionales pudiera disparar directamente contra el Seminario desde una distancia mínima. Nosotros leíamos aquellos artículos entre sonrisas.

En realidad, la Ciudad Universitaria, el Jarama, Guadalajara, Quinto, Belchite y Teruel, tantas victorias obtenidas en condiciones de superioridad técnica del enemigo, hablan por sí mismas del coraje de las fuerzas republicanas. Sin embargo, los franquistas intentaban explicar sus derrotas por su falta de armamento…

Para reconquistar las posiciones perdidas, el mando fascista concentró fuerzas varias veces más numerosas que las republicanas, que desencadenaron una nueva ofensiva.

EL INGENIERO IANCU ZILBERMAN DIRIGE EL FUEGO

En uno de los primeros días del mes de enero de 1938 el regimiento rumano de artillería estaba ubicado a unos 18-20 kilómetros al noroeste de Teruel, en un páramo abierto. Entre la artillería fascista y la republicana tenía lugar un cruento enfrentamiento.

Tumbado sobre la tierra, con los papeles y las herramientas de cálculo colocados sobre una caja que había sido anteriormente usada para el traslado de municiones, el ingeniero Iancu Zilberman, originario de Iasi, teniente en la bateria “Franco-belga”[6] y, más tarde, en la bateria “Tudor Vladimirescu” del regimiento rumano, dirigía el tiro con extraordinaria eficacia.  En cierto momento un obus cayó sobre la caja que le servía de mesa. Se escuchó una potente explosión; una nube de polvo se levantó hacia el cielo.

─“Hemos perdido a nuestro Iancu”, pensaron los entristecidos artilleros, que tenían cariño a su joven oficial por su buen hacer, por su coraje y por su humanidad.

De repente se vió aparecer entre el humo la figura de Iancu. Buscaba sus gafas, que habían volado lejos de él por la explosión,  se sacudió el uniforme un poco y, con calma, como si no hubiera pasado nada, ordenó un nuevo disparo. Solo después de que el fuego se calmara, el teniente marchó a recibir primeros auxilios. La explosión le había herido en el antebrazo.

─ ¿Por qué no viniste antes?, le preguntaron ─ Podrías haberte encontrado con una amputación.

─ ¿Podría haber dejado esperando a los fascistas? Yo soy un hombre educado, respondió con una irónica sonrisa Iancu.

El más afectado por el peligro sufrido por Iancu fue Nicolae Pop. Entre ambos voluntarios se había creado una poderosa amistad basada en el aprecio y la estima recíproca. Nada parecidos en su forma de ser y temperamento, con historias diferentes, se encontraron en el camino en el gran ejército de los comunistas[7]. Cada cual chocó con la cruda realidad del régimen capitalista de maneras dispares, pero las interpretaron y reaccionaron contra ella de idéntico modo: con pasión, con decisión y con dignidad.

Al estallar la guerra de España la reacción de Pop fue espontánea, y para él lo más normal del mundo fue acudir como voluntario a la tierra de Sancho Panza, personaje del que estaba enamorado y con el cual tenía una enorme afinidad, no siendo solamente un alma gemela del popular héroe de Cervantes, sino prácticamente su  nueva encarnación.

Zilberman fue a España convencido de la necesidad de su gesto solidario. Su rigurosa lucidez le llevó a concluir que había llegado el momento en el que las armas debían sustituir a la teoría y a la mesura. Poseía una cálida y delicada nobleza; no podía insultar a nadie, prefiriendo soportar con estoicismo cualquier dolor antes que molestar o hacer sufrir a los demás. Con una constitución física delgada, espigada, su porte mostraba, sin embargo, la decisión y el convencimiento de un verdadero caballero. Admiraba también a Cervantes, pero en este caso por don Quijote, puede que porque, sin darse cuenta, tenía muchas de sus cualidades nobles, de la entrega a unos ideales de aquel héroe inmortal.

Los dos lucharon en la bateria “Tudor Vladimirescu”; Nicu como observador, Iancu como oficial de cañón. Constituían un ejemplo admirable de cooperación. No pocos cañones, nidos de ametralladora, puntos de observación y grupos de tropas fascistas fueron destrozados gracias a la agilidad y perspicacia de Nicolae Pop y a la calma y precisión matemática de Iancu; en resumen, al valor y decisión de ambos.

Uno y otro cayeron en el curso de la Segunda Guerra Mundial, como héroes de la causa de la libertad[8]. Sin embargo, los antiguos interbrigadistas les recuerdan todavía así como les conocieron en España: seguros, con una constante sonrisa en los labios, siempre dispuestos a animar a los demás incluso en las más graves circunstancias.

***

De aquella seguridad, de semejante sangre fría, dieron prueba la mayoría de los luchadores antifascistas en los momentos difíciles. Y aquellos fueron incontables…

Tropas republicanas entrando en Teruel
Los fascistas atacaban continuamente. Los artilleros tenían que cambiar constantemente la posición de las baterías y camuflarlas. Y la tierra helada era dura como el pedernal… El tiempo era tremendamente gélido; la comida se hacía témpanos de hielo en las marmitas. Pero los hombres se aferraban a cada metro de territorio, produciéndose encarnizadas luchas por la defensa de las posiciones. Frente a la bestial presión enemiga, que arrojaba al combate siempre nuevas fuerzas, que disponía de una abrumadora superioridad en número y calidad de las armas, el ejército republicano debió, sin embargo, ceder.  La artillería cubrió la retirada de las tropas de infantería, manteniendo hasta los últimos momentos el duelo de fuego con los fascistas.

Los nazis usaban la tierra española como una vasto escenario donde se hacían los  ensayos para el gran espectáculo que preparaban: la invasión de Europa. Se probaba allí la eficacia de nuevos tipos de armamento, se experimentaba el poder destructivo de municiones especiales. Un día, el regimiento rumano fue testigo del fracaso de uno de aquellos experimentos. 

Nos encontrábamos en el margen de un pequeño bosque. De repente, fuimos descubiertos por la aviación alemana, que dio comienzo a un bombardeo masivo. Sobre los lugares donde estaban ubicados nuestros cañones y municiones cayó una lluvia de bombas incendiarias. Se trataba de un tipo especial de explosivos. Se encendían en el aire y cubrían todo alrededor en un mar de llamas. Escondidos en nuestros refugios esperábamos el momento en que aquellas nubes de fuego cayeran sobre nosotros, convirtiendo todo en cenizas. Sin embargo, ante nuestra sorpresa y alegría, las llamas perdieron intensidad y el incendio se apagó durante la caída. Los alemanes habían utilizado un combustible fácilmente inflamable pero con demasiado poco poder calorífico, así que no pudieron cumplir sus planes.

El regimiento rumano de artillería permaneció en el frente de Teruel hasta el final de las operaciones. Tras una corta pausa, le serán encomendadas nuevos combates con el enemigo, que iba a desencadenar una gran ofensiva en Aragón.


[1] Vasconia y Asturia son las palabras rumanas utilizadas por el autor (N.T.)
[2] El autor utiliza esta expresión: socialistul de dreapta, “socialista de derechas”.
[3] Indalecio Prieto, ministro de defensa nacional desde mayo de 1937 a abril de 1938, cuando dimite tras la caída total del frente de Aragón (N.T.)
[4] En español en el original (N.T.)
[5] En español en el original (N.T.)
[6] Entre comillas en el original (N.t.)
[7] Las Brigadas Internacionales, organizadas por el Komitern (N.t)
[8] Nicolae Popa recorrió con gran riesgo la Europa ocupada por los fascistas y pudo regresar a Rumania. Arrestado por las autoridades rumanas (gobernada por el Mariscal Antonescu) fue enviado en una compañía disciplinaria al frente antisoviético (por haber golpeado a un oficial y desertado del ejército, no por haber sido voluntario en España –las autoridades fascistas no conocían este dato-). Poco tiempo después de llegar el batallón disciplinario al frente, él consiguió unir a los soldados en torno a él y convencer a la mayoría de que pasaran a luchar en el lado soviético. Sin embargo, cuando logró contactar con los soviéticos llegó ya herido, porque le habían disparado por la espalda. Tras la retirada de los voluntarios de España, Iancu Zilberman estuvo encerrado en diferentes campos de concentración de Francia. Con la ocupación de Francia por las tropas nazis, se escapó del campo de Gurs, donde estaba en aquel momento, y fue de los primeros en enrolarse en la resistencia francesa. Murió heroicamente durante una misión muy peligrosa: arrojando unas cuantas granadas en una cafetería del centro de París llena de oficiales alemanes (Nota del Autor).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Cuando trabajas macho? esto requiere atencion completa por lo elaborado que estan los trabajos, fotos magnificas de de bajorelieves donde un romano le atiza a un rumano, mira que irse a rumania a darle el coñazo a los rumanos con Ceaucescu

JL F dijo...

Gracias, es cierto. Mi blog necesita mucho atención y estudio. Es lo que tiene que a uno le guste estudiar y conocer los lugares donde vive. Por mi parte, te aconsejo que te dediques un poco a lo mismo y aprendas algo de ortografía o, como mínimo, a escribir los países y nombres propios con mayúscula.

En todo caso, mira con más atención los altorrelieves (altorrelieves) y verás que no hay muchos rumanos atizando a otros: se trata de dacios contra romanos, de rumanos contra turcos o húngaros, o de rumanos contra nazis. Así que, como ves, nunca es demasiado el esfuerzo porque siempre habrá algunos que no se enterén ni de la mitad.

Saludos

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